sábado, 9 de marzo de 2013

Miradas de amor.


- Capítulo I -
Eran las 06:00 a.m y la alarma a mi lado derecho sonó, era hora de comenzar el día.
 Me levanté y me quedé contemplando la ciudad de New York desde mi gran ventanal de la habitación 303 de este enorme edificio. Todos lentamente aparecían para comenzar a hacer sus labores diarias, trabajar, dejar sus hijos en sus respectivos colegios, esas cosas... rutinas.
 Luego de un momento, me levanté, y me tomé una ducha fresca. El verano me agobia, me aplasta y me pone idiota.
 A eso de las 7:15 de la mañana que se presentaba calurosa, comencé a vestirme, ponerme mi ropa de trabajo para finalmente a las 7:30 partir hacia las nuevas propuestas que se presentarían en donde yo hago mi labor, trabajo en servicios sociales. Jamás gasté demasiado dinero en casas lujosas, pues siempre ando de viaje, de aquí para allá... así que solo "vivo" en este departamento. Soy una persona que vive sola, muchos problemas y responsabilidades no tengo.
 Al llegar en mi Volkswagen Beetle negro, noté que a lo lejos aparecía una amable compañera de trabajo la cual es un tanto chismosa y se entera de las nuevas del día. Y aquí estaba yo, escuchando cada uno de los chismes que salían de su boca, para mi no eran chismes, eran rumores, por supuesto. Así continuaron saliendo palabras de su boca hasta llegar a la puerta del edificio donde trabajo, por suerte ahí ella desapareció entre la gente que se encuentra en la puerta haciendo sus quejas de cada día.
 Me pone de mal humor que la gente se sume en masa en las puertas del servicio social, solo para juntar más calor del que ya hay, lo cual ellos llaman "reclamar". Es que esa gente no tiene paciencia, no es que no queramos atenderlos, ¡NO TIENEN PACIENCIA! Atendemos como a 40 personas desde la mañana al mediodía y otros 40 desde las 17hs hasta las 22hs.
 Subí en el elevador hasta el 9no piso donde se encuentra un conjunto de 10 oficinas, en la cual se encuentra la mía, rogaba no haber olvidado la llave de mi oficina en el auto, sería un calvario volver a bajar hasta la puerta del edificio. Por suerte me ahorré lo del calvario y todo eso, mi llave estaba gloriosamente dentro de mi maletín.
 Entré y allí se encontraba la pila de papeles que me tocaba trabajar el día de hoy, puse a funcionar la cafetera y que comenzara la ronda de tazas de cafés, una tras otra.
Me senté y suspiré, sería un día largo y agobiante. Pero me resigné a comenzar, al tener mi taza en la mano.
Comencé a leer los expedientes de familias las cuales están a punto de ser despojadas de sus hogares, familias que les están por sacar sus subsidios, problemas, problemas, problemas y más problemas. Estuve resolviendo problemas de familias toda la mañana, me levanté unas 20 veces para llevar papeles a otras oficinas, donde deben ser aceptadas, o terminadas de resolver.
 Estaba leyendo un expediente de una familia negra de apellido Whalley, integrada por tres personas, un adulto y dos menores. Comencé a leer cuales eran sus problemas dentro de sus casas. Uno de los menores, una niña de 16 años había sido abusada por la pareja de su madre, y esto habia traído problemas en toda su familia. El otro menor tenía 17 años era de sexo masculino, tenía libertad condicional por posesión de drogas. La única adulta, la madre de estos dos niños, tiene problemas adictivos con el Crack. Mi pregunta ¿Quién se hace cargo de todo esto? fue respondida en un solo segundo, nosotros, el servicio social. Pero conozco a los negros, son orgullosos y les gusta ser mantenidos por ellos mismos, así que nosotros la gente blanca no suele corromper entre las familias que no tienen interés en ser ayudadas pero que por motivos del Estado sus expedientes se encuentras en mis manos y debo ser yo hoy quien los ayuda. Por cada papel que pasa por mis manos yo debo hacer una visita en esas casas, soy un hombre alto y grandote, pero eso no es signo de respeto o algo parecido para los negros, pero no les temo, para nada. Hoy me tocaba comenzar por la casa de la familia Whalley, a las 18 p.m debía golpear su puerta.
 Ahí estaba yo, a las 18 golpeando la puerta de la familia Whalley, éstos viven en los barrios pobres de Brooklyn. Luego de unos cuantos golpes a la puerta para que me atiendan, la niña se resignó a atenderme, jamás seré bien atendido por nadie mientras yo esté haciendo mi trabajo, pero no me afecta en lo absoluto.
 Entré y las paredes parecían telas, no se veía nada pero se escuchaba todo. Ahí estaba yo nuevamente, sentado en un lugar desconocido, sobre un sillón viejo y roto. Comencé con mi cuestionario sobre asuntos de la familia, obviamente el cuestionario se lo hice a la niña, pues la única persona adulta estaba deambulando por la casa bajo los efectos del Crack, y el otro menor según las respuestas de la niña nunca estaba en la casa.
 Mientras hacia el cuestionario a la niña, levanté mi cabeza para mirarla, mientras ella buscaba una respuesta para una de mis preguntas. Contemplé su mirada, estaba triste, se notaba. Paré el cuestionario sobre su familia,  hice resonar mi garganta para nuevamente hacer una pregunta, pero ésta no era sobre su familia...


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